En la otra punta del desierto
¿Cuánto tiempo había perdido en aquel cruce de caminos? Podría haberse dado cuenta, pero la noción del tiempo era algo que había dejado algunas inconsciencias atrás. Eso y otras cosas más que podían hacer a la subsistencia enteramente psicológica de cualquier ser, digno de caminar sobre dos patas y pensar que 2 + 2 es igual a 4. El paisaje ya lo conocía de memoria, sus pensamientos también. Miraría a cada uno de los caminos por si la figura del salvador se le ocurriera aparecer en el horizonte. Hace por lo menos 12 noches que lo esperaba y aún no había acudido a la cita. La noche número 13 hubo un silencio poco casual, lo más parecido a una advertencia. Entre los barrotes y a lo lejos, con la luz que la noche dejaba filtrar, logró adivinar la silueta, y escuchar, como sus rítmicos pasos se arrastraban por la arena. Por fin abandonaría esa celda y el rigor del eterno desierto. Lo abandonó, y su cuerpo quedó sometido al manto repentino del rocío, mientras se sentía un poco más libre. Un poco más solo.
Anónimo
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